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lunes, 14 de septiembre de 2009

¿Amor o amistad?

Dicen que la amistad se da mejor entre un hombre y una mujer, corroboro eso. Lamentablemente, esto no ocurre siempre. A veces pasa, y es terrible, que uno se enamora del otro, mientras que el imbécil que no nota la diferencia conductual de su amig@ se porta como le da la gana dándole alas al estúpido que lo ama en secreto y cree que cada acto que antes era normal, cada abrazo, cada juego, es amor también.

Yo puedo afirmar, a mis ya 19 años, que me he enamorado equívocamente de 3 de mis múltiples mejores amigos alrededor de todos mis años estudiando en ámbitos mixtos. El primero, nunca supe que lo quería, o en el peor de los casos, lo negué. Hasta el día en que fui a verlo a su casa y no había nadie. Se había mudado… a Lima. No lo volvería a ver… - bueno, se que es una idea demasiado “fin del mundo” pero a los 11 años no se piensa de otra manera. Y el se fue, y a las 2 semanas pude encontrar el número en que estaba ahora y me dijo: no me despedí porque te quería mucho y no podía. Llore tanto esa tarde, fue el primer desgarrón que sufrió mi nuevo e inocente corazón.

Cuando tenía 13 años estaba muerta por mi, en esa época, actual mejor amigo, el segundo de mi historial de crueles decepciones amicales-amorosas. No era un adonis, pero era dulce y me hacia tortas cuando estaba enferma. Pero era medio incompetente y carente de personalidad. Tantas fueron sus ganas de encajar que un jueves del segundo bimestre del colegio lo molestaron conmigo y el dijo: no, por favor, a mi Claudia me da asco. Y yo estaba detrás de él, acababa de llegar y lo escuche decirlo. No lloré, solo lo mire y el trato de arreglarlo, pero yo también te doy asco ¿no? – Claro, no tenía otra respuesta, el me había herido con las espuelas más grandes que alguien me ha podido plantar en el pecho -. Nunca volví a hablarle del mismo modo, y decidí sufrir en silencio la cruz de no ser como el prototipo de chica perfecta.

No volví a enamorarme, o en todo caso, a ilusionarme en demasía con mis amigos, con otros menos, no volví a mirar a un chico con los mismos ojos. No hasta que llego Renzo. Rompiendo mis tabúes con respecto al amor, llenando con sus ojos verdes mis lagrimas amargas y entrando en mi espíritu que yacía en una urna de cristal sufriendo la congoja de perder al ser que mas a querido en su vida: su abuela. Y ahí estaba yo, rota, maltrecha, desahuciada. Y su fortaleza fue un vino que logro saciar mi sed de cariño por un momento. Amor de lejos, amor de palabras, amor de noches en vela por hablarle por teléfono y tratar de curar su desengaño amoroso, dispuesta a ser su enfermera, esperando que el paciente se percatara que nadie lo cuidaría mejor que esa doctora que se pasaba las mañanas, tardes y noches hablándole y tratando de hacerle reír para que así olvide su mundana ex relación. Pero no funciono, la obsesión por el sexo no concluido con su “amada” resistió mis fútiles intentos de ayudarlo. Y fue así, que sin fuerzas y con el corazón mas maltrecho con el esfuerzo sus ojos me miraron, y vi amor en sus pupilas tornasoladas, vi ternura en sus sonrisas y cayó un beso que helo mi alma, pero solo para hacerla renacer en primavera. Pero se beso fue seguido de su arrepentimiento, seguido de otro más doloroso, donde fui rechazada y relegada al puesto de agarre. Un agarre, con todo el corazón que puse en esos labios rosados, no sirvió de nada. Nunca sirve de nada.

Han pasado algo de 3 semanas y aun lo extraño, todo termino de un modo poco común, le dije basta ya, no vuelvas a llamarme, me haces daño. Y pregunto qué podía hacer para que me quede a su lado, cínico maldito. Le pedí se siguiera su camino, pero yo sigo parada detrás de su sendero, esperando que de la vuelta y vea que me ama tanto como yo lo amo a él. Y me pregunto yo, ¿es que no me extraña?

Ojalá volviera a llamarme, yo volví a hacerlo después de la ruptura. Pero no flaquearé de nuevo. No habrá una segunda vez. El no me ama, lo demostró esa noche de fragilidad mía, donde mi urna de cristal se fragmento en mis pedazos a causa de su golpe y fue a parar a mi mustio corazón desesperanzado. Esa noche, la ultima en la que escuche su voz a través de mi desgraciado celular, juré que no volvería a llamarlo más, no merezco otra decepción, otro dolor, el no curo mi corazón, el se encargo de crear su propio espacio en el pobre y, de ese modo, dejarme más agujereada por dentro ahora que no está.

Y me faltan sus ojos, su sonrisa, que me diga tonta, que me dé un beso, que acaricie mi rostro, me falta la promesa rota del por siempre juntos R y C. Y me falta él, su voz, su enojo, sus celos, su piconeria, su risa a lo lejos y sobre todo me falta su compañía, el saber que hay alguien al otro lado de la línea telefónica que está esperando mi llamada y sobra el dolor de la oscura soledad a la que ya había olvidado por tenerlo a él como un foquito incandescente de 120 wtts que acostumbró a mis ojos a su luz ahora extinta en un hasta nunca que esperaba que no aceptara tan fácilmente, y luchara por este amor que solo yo sentí.

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